martes, 27 de marzo de 2012

2. Revoluciones agrícolas


Revolución Agrícola
El desarrollo progresivo de la agricultura y el pastoreo, que permitió pasar gradualmente de una situación de apropiación de la naturaleza a una de producción, se conoce como revolución agrícola.
El hombre vivía en pequeños grupos móviles de recolectores y cazadores, condicionados por la capacidad de obtener alimento. En algunos de estos grupos comenzaron las primeras formas de agricultura (de frutos y tubérculos en las áreas tropicales y de cereales en las regiones templadas y frías) dando como resultado la sedentarización.
Este proceso comenzó hace aproximadamente 10.000 años entre los pueblos de la Mesopotamia y Egipto, y se repitió más tarde en India (6000 aC), China (5000 aC), Europa (4500 aC), África (3000 aC) y América (2500 aC).
Durante la revolución agrícola, algunas sociedades experimentaron grandes progresos en su capacidad productiva. Aumentaron el número de plantas cultivadas, mejoraron sus cualidades genéticas y revolucionaron las técnicas agrícolas con la adopción de métodos y herramientas más eficaces para la preparación del suelo, el transporte y el almacenamiento de las cosechas. Se desarrollaron técnicas de irrigación y de abono del suelo, que al controlar dos de los factores esenciales de la productividad, aseguraron cosechas cada vez más abundantes.
Estas sociedades, al ampliar la capacidad de producción, contaron con excedentes de alimentos que
permitieron que un número cada vez mayor de personas abandonara las actividades de subsistencia. Surgió así la división del trabajo, provocando procesos de estratificación social y de organización política.
De las primitivas comunidades agrícolas con uso colectivo de la tierra, se pasó, progresivamente, a
sociedades de clase asentadas en la propiedad privada.
Estas son cada vez menos solidarias, ya que las relaciones que antes estaban reguladas por el parentesco pasan a ser reguladas por factores económicos.
Otro efecto de esta nueva capacidad productiva fue el gran crecimiento demográfico. La abundancia de
alimentos condujo, finalmente, al nacimiento de las ciudades, alcanzando algunas, categoría de metrópolis.
Una de las consecuencia de este proceso fueron los cambios provocados en el ecosistema. Las especies cultivadas se volvieron más abundantes mientras las especies silvestres disminuyeron hasta, eventualmente, desaparecer. Finalmente se redujo la diversidad del ecosistema en su conjunto, transformándose en un ecosistema relativamente especializado, un agroecosistema, con una finalidad exclusivamente extractiva.
La productividad de este nuevo ecosistema suele ser mucho mayor, pero su diversidad y capacidad de
adaptación a nuevas situaciones han disminuido.
Las innovaciones tecnológicas de la revolución industrial también se ven reflejadas en las actividades agrícolas. La agricultura se asocia hoy a una mecanización en gran escala (con el consiguiente consumo de combustibles fósiles) y un uso exagerado de productos químicos (pesticidas, fertilizantes, etc.); es decir, a un alto consumo de energía.
Este tipo de prácticas agrícolas provoca la contaminación del agua, del suelo y de determinados alimentos (frutas, verduras, leche), la pérdida de biodiversidad y un consumo creciente de combustibles fósiles.
Esta actitud está provocada tanto por la obsesión por los cambios rápidos y las novedades (técnicas,
biológicas, químicas, organizativas, etc.), que llevan a su aplicación mucho antes de que las consecuencias a largo plazo se conozcan, como por considerar la tierra sólo como un factor de producción.
Un concepto básico para tener en cuenta es el de sustentabilidad. Un agroecosistema puede considerarse sustentable cuando es capaz de mantener a través de los años buenos niveles de productividad (biológica y económica) y a la vez preservar el ambiente y los recursos naturales.
En lo que se refiere al recurso suelo, estudios realizados por el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, IGAC(1), indican que de los 114 millones de ha del territorio nacional, las tierras aptas para la agricultura alcanzan cerca del 13%, es decir, un poco más de 14 millones de ha, pero solamente se utilizan en actividades agrícolas cerca del 5%, es decir, alrededor de 5 millones de ha, lo que a las claras indica que buena parte de la superficie potencialmente agrícola (un poco más de 9 millones de ha) se dedica equivocadamente a otros usos menos productivos.
El mismo estudio indica que el porcentaje de la tierras en pastos es del 35%, alrededor de 40 millones de ha, cifra considerablemente alta comparada con el potencial de tierras aptas para este propósito, el cual sólo es del 17%, o sea, alrededor de 20 millones de ha. De las áreas en pastos únicamente el 4,5% corresponde a pastos con manejo, a pesar de que el área potencial para pastos mejorados es de un poco más del 7%. De las anteriores cifras se concluye un incremento de tierras dedicadas a pastos a costa de tierras agrícolas o forestales, mostrando una vez más problemas de sobre y subutilización de la tierra, y de manera global se puede evidenciar de antemano un uso ineficiente del recurso suelo en Colombia.
Desde el punto de vista ecológico, la deforestación, como fruto de los desequilibrios en la tenencia de la tierra y la búsqueda de mayores ingresos en actividades, ilícitas en buena parte de los casos a costa del bosque, sigue siendo el mayor problema, con un ritmo de entre 360 a 600.000 ha/ año según el DNP (2) pudiéndose citar cifras mucho más severas que hablan de alrededor de las 850.000 ha/año.
La erosión ha venido afectando en grado variable las tierras agrícolas del país. Según el IGAC(3); la erosión, desde muy ligera a muy severa, afecta el 52% del territorio nacional y 86% de la zona andina presenta algún gr do de la misma.
Aparte de las áreas naturalmente desérticas ubicadas principalmente en La Guajira (100.000 ha), se estima que existen alrededor de 720.000 ha en vías de desertificación y con síntomas iniciales de este proceso en otras 15.500.000 ha en zonas secas. (4). Aproximadamente el 45% de los suelos del territorio nacional se usan para fines diferentes de los de su vocación y por lo menos el 8.5% presenta erosión muy severa.
Para muchos cultivos y en amplias zonas del país, las prácticas permanentes de mecanización y uso de implementos inadecuados de labranza como rastras y arados de disco, han destruido los suelos pulverizándolos superficialmente y compactándolos más internamente. De igual manera, el pobre manejo de los sistemas de irrigación ha desencadenado graves problemas de salinización y alcalinización de suelos en muchas áreas.            
Colombia es uno de los países con mayor disponibilidad de agua dulce del mundo, 59 l/s/km2, pero paradójicamente, uno de los de menor desarrollo en lo que se refiere a agricultura bajo riego, en donde, de un área potencialmente irrigable de más de 10 millones de ha, incluyendo zonas de ladera, escasamente el área bajo riego alcanza las 600.000 ha, (5) y con deficientes controles de abastecimiento por demanda y en drenajes.
Este indicador muestra un alto grado de ineficiencia, si se tiene en cuenta que en buena parte los bajos rendimientos, así como procesos de erosión y salinización de suelos, son producto de un inadecuado uso y manejo del recurso agua.
Otro problema está relacionado con la disponibilidad de agua potable para la población ubicada en áreas rurales. El problema se magnifica cuando en la región latinoamericana cuatro de cada diez personas que viven en el campo carecen de agua potable y casi siete de cada diez personas no poseen instalaciones para el saneamiento de aguas. (6)
Por otra parte, la oferta de recursos hidrobiológicos se ha visto afectada notoriamente como consecuencia de la sobreexplotación del recurso, la contaminación y degradación creciente de los cuerpos de agua y de las cuencas y microcuencas. Un caso particular lo constituye la pérdida de productividad de la cuenca magdalénica, cuya participación en los años 80 alcanzó un promedio del 65 % de total de la producción del país, reduciéndose para la década de los 90 en más de un 40 %(7)
De seguir las actuales tendencias extractivas de los recursos naturales, sin duda alguna, la lucha por la supervivencia de la vida para el próximo milenio estará enmarcada de manera estratégica por el manejo y aprovechamiento sostenible que el hombre realice del recurso agua.             
 Desde hace cinco décadas los agroquímicos han sido los componentes químico-tecnológicos más utilizados por la moderna agricultura en casi todos los países desarrollados y en vías de desarrollo. La denominada Revolución Verde, que resultó como consecuencia de la agricultura intensiva, aumentó la utilización de los productos agroquímicos en los últimos 30 años, y aunque el empleo de estos productos lo que pretende es mejorar la producción agrícola, aspectos corno la sanidad de los seres humanos, su uso indiscriminado, la falta de educación y la carencia de conocimientos en la aplicación, han contribuido a crear situaciones insostenibles, desequilibrando la salubridad del medio ambiente y dejando secuelas a veces irreversibles para el uso de la tierra de las generaciones futuras.         
Es sabido que los plaguicidas tienen el propósito de combatir de manera eficaz organismos que pueden destruir o poner en peligro los alimentos, la salud o el medio ambiente del hombre, pero también es cierto que en circunstancias y concentraciones superiores a determinados niveles aprobados y aconsejados, tales plaguicidas, al igual que otras sustancias químicas, pueden producir efectos fisiológicos en otros organismos que viven en el medio e incluso en el hombre, provocando y contribuyendo, a: (8)
§  Empobrecer la biodiversidad mundial. 
§  Incrementar los niveles de residuos de pesticidas en la superficie, dentro del suelo y los cuerpos de aguas. 
§  Causar riesgos para la salud humana a través de la exposición directa e indirecta por residuos en los alimentos. 
§  Ocasionar polución atmosférica debido a las aspersiones aéreas y el consecuente transporte a grandes distancias de las mismas, incluyendo el daño causado a la capa de ozono. 
§  Traer efectos a largo plazo sobre los microorganismos del suelo por residuos de estos plaguicidas.
Estos fenómenos han provocado una amplia dispersión de los agroquímicos por el medio ambiente, con consecuencias graves en todos los hábitat y para todas las especies; debido principalmente a la rápida movilización de estos productos a través de agua, aire y suelo, a su resistencia a la biodegradación, a sus características de acumulación en los climas tropicales y a su poder tóxico.
Cabe destacar que la ocurrencia o no de tales efectos perjudiciales, dependerá en gran medida de la dosis en que se apliquen dichos plaguicidas y de la correcta utilización de los mismos.

Contaminación del agua. La contaminación de aguas con plaguicidas se da por diferentes vías. Entre las más importantes están: 
§  Arrastre del contaminante en terrenos que han sido sometidos a la acción de los biocidas, ya sea por las aguas lluvias, o por la utilización de la misma agua de riego de los cultivos. 
§  La fumigación aérea realizada cerca de quebradas, arroyos, ríos, lagunas, lagos, etc. 
§  La precipitación de aguas lluvias que lavan las partículas de plaguicidas suspendidas en la vegetación. Los derrames accidentales que ocurren circunstancialmente en fábricas o depósitos de plaguicidas. 
§  La utilización de las corrientes de agua para la limpieza y lavado de materiales sobrantes.
Lo anterior trae como consecuencia concentraciones letales para diferentes formas de vida acuática, daños serios sobre el fitoplancton, disminuyendo su capacidad de liberación de oxígeno y afectando por consiguiente los niveles de oxígeno disuelto en el agua.
La presencia de sedimentos en suspensión en el cuerpo de agua facilita la movilización del contaminante, siendo éste el principal vehículo de movilización. Es así como puede desplazarse a grandes distancias. Un ejemplo de lo anterior se presenta con los plaguicidas persistentes en agua corriente (herbicidas y defoliantes), los cuales constituyen un grave peligro para el suministro de agua potable y para el agua usada como riego; al igual que los peces procedentes de aguas contaminadas, especialmente de cuerpos de aguas quietas como lagos y lagunas, que pueden acumular plaguicidas en niveles que los hacen poco aptos para el consumo humano(9)
Contaminación de suelos. La contaminación de plaguicidas en el suelo se presenta tanto por su aplicación directa como por la precipitación de aguas lluvias que lavan las partículas suspendidas en la atmósfera, regadíos hechos con aguas contaminadas, desechos industriales y derrames accidentales.
El efecto principal de la contaminación en los suelos se presenta sobre la diversidad edáfica (hongos, bacterias, nemátodos, anélidos, artrópodos, etc.), que son los directamente responsables de la degradación orgánica. Al verse impactado negativamente el suelo se produce una disminución en la productividad de éste, provocando que cada vez sea necesaria la aplicación de mayor cantidad de fertilizantes, lo que en definitiva se convierte en un circulo vicioso, que termina con la virtual inutilidad para la productividad agrícola de los terrenos afectados.
Contaminación del aire. La fumigación aérea presenta muchos problemas de riesgo para el medio ambiente y por consiguiente para la salud humana, porque algunas pistas utilizadas para estos fines no cumplen con los requisitos mínimos de seguridad en su ubicación, operación y manejo.(10)Igualmente porque la concentración letal media de los plaguicidas por inhalación es bastante baja (0,5mg/l de un plaguicida de la categoría I puede causar la muerte a una persona si se encuentra respirando dicho aire contaminado), (11) y como ya se mencionó, por la contribución a la contaminación de aguas y suelos.         
 Es indudable que la agricultura moderna requiere del uso de grandes cantidades de fertilizantes, particularmente en aquella de tipo intensivo. Esos fertilizantes se aportan en forma mineral y orgánica. Existe un vacío grande en el conocimiento sobre eficacia y destino de grandes excedentes en el uso de fertilizantes minerales, lo cual podría estar llevando a un deterioro ambiental progresivo de suelo, del agua y del aire, que a la larga tendrá efectos irreversibles, para desgracia de la vida humana.
Efecto sobre el aire. Algunos componentes de fertilizantes pueden perderse por volatilización con relativa facilidad, implicando aumentos en su concentración en la atmósfera. Particularmente ocurre con anhidros sulfurosos, óxidos de nitrógeno y fotooxidantes, que afectan la calidad del aire. El óxido nitroso (NO2) por ejemplo, destruye la capa de ozono en la atmósfera, cuya función es la de filtrar la radiación ultravioleta de los rayos solares.
Efectos sobre el agua. El agua para consumo animal o humano debe ser química y biológicamente pura. Esta pureza misma hace que sobre ella no se desarrollen microorganismos y vegetales. Cuando éste se enriquece de calcio, magnesio, sodio y principalmente de fósforo, se dice que se ha eutroficado, comenzando el desarrollo de todo tipo de organismos, los cuales la vician, tomando el oxígeno (aumento de la DBO); aportando materia orgánica que para su descomposición requiere de oxígeno (DQO); aumentando el contenido de dióxido de carbono y a su vez la acidez. El resultado final de esta alteración es la falta de oxígeno para peces y la impotabilidad para su consumo por el hombre.
El elemento contaminante más importante proveniente de la agricultura es el fósforo, particularmente en aquellas zonas de alta erosión. Efecto de contaminación de suelos. Los suelos poseen una capacidad depuradora de excesos, reguladora de un equilibrio que es finito, de acuerdo con las características de los mismos. Los suelos de texturas arenosas, por ejemplo, se liberan de excedentes mediante la infiltración de las aguas cargadas de elementos, y los suelos arcillosos y ricos en materia orgánica, por su capacidad y mayor complejidad, permiten las acumulaciones de formas más o menos inherentes que en muy poco afectan los ecosistemas. De acuerdo con lo anterior se presentarían dos situaciones: si el suelo no acumula, las aguas son las que reciben los excesos y son ellas las afectadas; si el suelo acumula hace las veces de filtro y tiene un punto de saturación a partir del cual se enriquece notoriamente la solución del suelo.
Efectos sobre las plantas. Los efectos sobre las plantas son igualmente variados. En primer lugar, las plantas en su mayoría tienen capacidad selectiva muy baja y pueden "engolosinarse" consumiendo de un elemento cantidades extras, pasando a intoxicarse o acumularlo y a su vez a quien las consuma. En segundo lugar se puede crear un desequilibrio en la solución del suelo y nutrición desbalanceada por efectos antagónicos entre los elementos o por la capacidad de reacción entre ellos, acusando deficiencias de otros elementos no implicados en el exceso, por ejemplo, el fósforo, el zinc y el potasio; bromo y magnesio; calcio, magnesio y mangeneso (12)            

No hay comentarios:

Publicar un comentario